El templo justifica los postulados cistercienses de austeridad: carencia de adornos, piedra sillar, y ligero apuntamiento en el abovedado de la imponente construcción románica. Tres pequeñas ventanas iluminan el espacio, una de ellas en el centro del ábside. Por la derecha, se accede a la reducida sacristía.
Fue capilla de los caballeros templarios y después de los montesianos, basílica papal de Benedicto XIII y su sucesor Clemente VIII. Al pie del ábside, a la derecha, bajo una losa de piedra (antigua ara del altar templario), sin inscripción alguna, estuvo sepultado Pedro de Luna entre 1423 y 1430, hasta que varios familiares quisieron darle el último homenaje, exhumando sus restos y trasladándolos al palacio de Illueca donde había nacido.
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