La obra de Agustín Morales aúna una doble vertiente estética en la que se conjuga, por un lado, la tradición ceramista granadina que aprende en el taller familiar y por otro, la vanguardia conceptual del arte contemporáneo. Así, el barro se desliga de lo artesanal para transformarse en un medio de expresión plástica.
Sus rigurosos e innovadores procesos técnicos le permiten, a través de la arcilla refractaria cocida y esmaltada a alta temperatura, la creación de formas abstractas en las que juega con la idea de volumen y vacío mediante conceptos geométricos y seriados.
En Oquedad III la unión modular de dos semicilindros adopta el aspecto de un arcaico vaso votivo de líneas suaves y orgánicas, totalmente cerrado con la excepción de unas pequeñas oquedades circulares. La idea de lo ceremonial y primitivo evocada por la pieza se consigue gracias al juego de diferentes tonos y texturas obtenidos mediante el esmaltado y el esgrafiado.
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