En 1726 Antonio de Figueroa y Silva ordenó construir una calle derecha, desde el palacio episcopal, contiguo a la catedral de San Ildefonso, hacia el norte, que daba continuidad a la vía que hasta ese entonces llegaba al barrio de Santa Lucía. El proyecto incorporó dos arcos de cantería en el trayecto, de modo que el barrio de Santa Ana, poblado por trabajadores y artesanos, quedó integrado a partir de entonces al centro histórico de Mérida sufriendo un cambio radical que aceleró su desarrollo. El mismo gobernante mandó también erigir el templo de Santa Ana -sobre un basamento precolombino maya- en el sitio donde estaba ubicada la antigua capilla abierta que se había construido un siglo antes. La obra incluyó una pequeña alameda a manera de plaza establecida en lo que ahora es la esquina de la calle 47 y la calle 60, que en un principio se llamó Paseo de Santa Ana.
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