Dentro del amplio conjunto de edificaciones de la villa romana de Arellano, se descubrió un taurobolio, término que designa el sacrificio ritual de un toro para conseguir un bautismo de sangre. Se trata de una práctica oriental, importada a Roma por los adoradores de la diosa Cibeles a la que se dedicaba el sacrificio del toro. La ceremonia tenía establecido un rito en el que la persona que debía recibir el bautismo de sangre entraba en una fosa cubierta con un suelo agujereado, después se conducía al toro sobre dicho suelo y se le sacrificaba hundiendo en su pecho un largo cuchillo. La sangre que derramaba se colaba en la fosa cubriendo al devoto que se encontraba debajo y, a continuación, el personaje salía de la fosa y se presentaba como un ser nuevo.
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